
La Casa Blanca está trabajando con firmeza para hacer que Estados Unidos vuelva a ser blanco y los demócratas tienen demasiado miedo de decir esa verdad.
El ritmo agresivo de deportaciones de inmigrantes de color, la eliminación del programa DACA —que protege a niños y jóvenes inmigrantes— y las propuestas promovidas por las voces antiinmigrantes en el gobierno tendrán el innegable efecto de retardar la rápida diversificación racial de la población de Estados Unidos.
A pesar de este esfuerzo radical de ingeniería social racial, los círculos progresistas y demócratas no han respondido con la indignación que se podría esperar.
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